Tus geles energéticos son un placebo caro
(y te voy a contar por qué)
Cualquier carrera popular de 10k.
Línea de salida.
Mira a tu alrededor.
Verás a cientos de corredores. Tipos normales, como tú y como yo. gente que sale a correr tres o cuatro días por semana.
Y casi todos están haciendo lo mismo. Un ritual casi religioso.
Se ajustan el reloj GPS. Se atan por décima vez sus zapatillas de 200 euros.
Y, justo antes del pistoletazo de salida, sacan un pequeño sobre de plástico de colores brillantes.
El Santo Grial. El gel energético.
Lo estrujan, se lo meten en la boca con una mueca de asco y se lo tragan como si fuera la poción mágica que les va a convertir en Kipchoge.

Y yo me pregunto…
¿De verdad necesitas esa mierda para correr diez putos kilómetros?
La respuesta es NO.
Y te han hecho creer que sí para sacarte el dinero. Así de simple.
La gran estafa del azúcar a precio de oro
Vamos a hacer algo que nadie hace. Vamos a leer la etiqueta de uno de esos sobres de 3 euros.
¿Qué coño lleva dentro?
Agua: Bien, eso es sano.
Maltodextrina: Un nombre científico para decir «azúcar».
Fructosa: Otro nombre para decir «más azúcar».
Cloruro de sodio: Sal de mesa. La misma que usas para los huevos fritos.
Citrato de potasio: Un tipo de sal.
Aromas: Un químico que intenta, sin éxito, que esa pasta sepa a fresa o a limón.
Resumiendo: te estás metiendo un chute de agua con azúcar y sal, con sabor a producto de limpieza. Y estás pagando por ello un dineral.
Un gel tiene unos 25 gramos de hidratos de carbono, que es básicamente azúcar. Un plátano mediano tiene exactamente la misma cantidad.
Un sobre de gel te cuesta 3 euros. Un plátano te cuesta 30 céntimos.
Estás pagando el azúcar diez veces más caro.
No eres un corredor. Eres el cliente soñado de un departamento de marketing. Son unos genios. Han conseguido que miles de personas compren azúcar a precio de perfume francés y se sientan atletas de élite por ello.
Tu cuerpo no es idiota (tiene un depósito de serie)
Ahora viene la parte que los vendedores de geles no quieren que sepas.
Tu cuerpo, por muy mediocre que seas como corredor, es una máquina increíblemente eficiente.
Tiene sus propios depósitos de combustible. Se llaman «reservas de glucógeno».
De serie, sin extras, tienes glucógeno en tus músculos y en tu hígado para correr, como mínimo, 90 minutos a un ritmo decente.
NOVENTA MINUTOS.
Repito, para que te quede claro: tienes gasolina de sobra para correr una media maratón sin necesitar absolutamente nada más que agua.
Entonces, ¿para qué coño te tomas un gel en el kilómetro 7 de una carrera de 10k?
No es para tener más energía. Es para calmar tu cabeza.
Es un puto placebo.
Te han metido tanto en el coco que «necesitas gasolina extra» que tu cerebro se lo ha creído. Te tomas el gel y piensas «ahora sí, ahora voy a volar». Y ese pequeño chute mental te da un empujón.
No es el azúcar. Es tu mente. Podrías tomarte un sobre de ketchup y si creyeras que es un súper combustible, tendrías el mismo efecto.
El veneno silencioso: cómo los geles te hacen más débil
«Vale, Beto, es un placebo, ¿y qué? Si a mí me funciona…»
El problema es que no solo estás tirando el dinero. Te estás haciendo un flaco favor a largo plazo.
Cuando acostumbras a tu cuerpo a recibir un chute de azúcar fácil cada 45 minutos, se vuelve vago. Pierde la capacidad de usar su otra gran fuente de energía: la grasa.
Tu cuerpo se convierte en un yonqui del azúcar. Si no le das su dosis, protesta. Te da una pájara. Pero no es una pájara real por falta de combustible, es el síndrome de abstinencia.
Es como enseñarle a un niño a sumar siempre con calculadora. El día que se le acaben las pilas, no sabrá ni cuánto es dos más dos.
El corredor inteligente enseña a su cuerpo a ser eficiente. A tirar de grasas en los rodajes suaves. A reservar el glucógeno para los momentos clave. El que se atiborra a geles solo está creando un yonqui torpe y dependiente.
Comida real para corredores de verdad (Las alternativas baratas y eficaces)
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Correr y aguantar?
No. Usar la cabeza y comer comida de verdad.
Aquí tienes el arsenal que la naturaleza te da y que la industria del marketing ha intentado que olvides:
El Plátano: El gel original. Energía de liberación lenta, potasio para evitar calambres. Lo tiene todo.
Los Dátiles: Pequeñas bombas de energía nuclear. Te comes dos o tres y tienes combustible para media hora. Son el Red Bull de los beduinos.

La Miel: Pura glucosa. El combustible de los gladiadores y los maratonianos griegos originales. Un chorrito de miel te da un chute más rápido y natural que cualquier gel.
Pasas, orejones, higos secos…: La mochila de cualquier legionario romano estaba llena de esto. Por algo sería.
«Pero Beto, ¿cómo coño me llevo un plátano en una carrera?»
No me jodas. Un trozo de papel de aluminio. Una pequeña bolsa de plástico con unos dátiles sin hueso. Un mini bidón con agua y miel. Hay mil formas si dejas de poner excusas. Es más incómodo que un sobre, sí. Pero es más barato, más sano y más efectivo.
¿Entonces… nunca jamás debo tomar un gel?
No soy un talibán.
Hay UNA situación donde un gel puede ser una herramienta útil.
UNA.
En una maratón. A partir del kilómetro 30.
Ahí, y solo ahí, tus depósitos de glucógeno están en la reserva de la reserva. Llevas casi tres horas corriendo. Tu cuerpo está al límite. El estómago no está para digerir un plátano.
En ese momento, un gel es un chute rápido y fácil de asimilar que puede ser la diferencia entre acabar la maratón o arrastrarte por el asfalto.
Un gel es la rueda de repuesto. Es el extintor de incendios. Una herramienta de EMERGENCIA.
El problema es que tú lo estás usando todos los días para ir a comprar el pan.
Conviértete en el dueño de tu combustible
¿Cómo sabes si a ti te funciona mejor un plátano o unos dátiles?
¿O si de verdad necesitas algo para una media maratón?
Probando. Y apuntando.
Dejando de ser un conejillo de indias del marketing y convirtiéndote en un científico de tu propio cuerpo.
Para eso, en el Cuaderno de Entrenamiento, en cada ficha, hay un apartado de ‘Notas’.
Ese espacio en blanco es tu laboratorio.

Ahí apuntas: «Hoy, media maratón. Dos dátiles en el km 12. Sensación: energía brutal hasta el final». O: «Rodaje de 90 minutos. Solo agua. Sin problemas. Pájara a partir del minuto 100».
Al apuntarlo, dejas de creer. Empiezas a SABER.
Descubres qué te funciona A TI. No lo que te dice un anuncio.
Así que tienes una decisión que tomar.
Puedes seguir tirando el dinero en azúcar con colorante,
sintiéndote un profesional por tragar un mejunje de plástico.
O puedes empezar a usar comida real, a escuchar a tu cuerpo y a convertirte en el verdadero dueño de tu combustible.
Tú eliges.
