El fraude de la cena pre-carrera

Tu plato de pasta de anoche no sirve para nada

(si llevas comiendo basura todo el mes)


En este artículo atacamos la obsesión ridícula con la «carga de hidratos» la noche antes de una carrera. La creencia estúpida de que atiborrarse a macarrones va a compensar semanas de comer mal. Comprenderás que la nutrición es una maratón, no un sprint final la noche antes. Que el depósito se llena día a día, no con un atracón de última hora.


El Cuaderno de Entrenamiento del Corredor Popular no es solo para entrenos. Es para ver patrones. ¿Apuntas lo que comes? ¿Cómo te sientes al día siguiente? Ahí está la verdad, no en un plato de pasta.


Corredor comiendo pasta con tomate

Sábado por la noche.

Mañana es el día D. La carrera. Los 10k, la media maratón, lo que sea.

Y tú estás cumpliendo con el ritual sagrado.

Delante de ti, humea una montaña de macarrones, espaguetis, tallarines… Da igual la forma, la sustancia es la misma: hidratos de carbono a cascoporro.

Te lo comes todo. Aunque no tengas hambre. Aunque te sientas pesado. Porque te lo han dicho. Porque lo has leído. Porque «hay que cargar los depósitos».

Crees que ese plato es una pócima mágica. Que esos hidratos se van a convertir en energía pura que te impulsará mañana hacia la meta.

Te sientes responsable. Profesional. Casi como un atleta de élite preparando su asalto al récord del mundo.

Y lo único que estás haciendo es engañarte a ti mismo.


La verdad incómoda: Tu cuerpo no es un depósito de llenado rápido

La idea de la «carga de hidratos» no es del todo una estupidez. Tiene una base científica. Nuestros músculos almacenan energía en forma de glucógeno. Y sí, los hidratos de carbono son la principal fuente para rellenar esos depósitos .

Los atletas de élite, los que viven para esto, manipulan su dieta días, incluso semanas antes de una gran competición, para maximizar esas reservas de glucógeno muscular. Es una estrategia compleja, calculada al milímetro.

Corredora con plato de pasta

Pero tú no eres un atleta de élite.

Tú eres un corredor popular. Tienes un trabajo, una familia, una vida. Sales a correr tres, cuatro, quizás cinco días por semana.

Y tu gran error es pensar que un único plato de pasta puede compensar semanas o meses de comer regular, mal o directamente fatal.

Tu cuerpo no funciona así. No es un coche al que le llenas el depósito en cinco minutos y ya está listo para cruzar el país.

Los depósitos de glucógeno se llenan poco a poco. Día a día. Comida a comida.

Con lo que desayunas el lunes,

con lo que almuerzas el miércoles,

con lo que cenas el viernes.

Si durante toda la semana has comido regular, si tus cenas han sido a base de pizza precocinada, si tus desayunos son galletas industriales… ¿de verdad crees que esa montaña de macarrones del sábado por la noche va a obrar el milagro?

No lo va a hacer.

Lo único que vas a conseguir es irte a la cama sintiéndote hinchado, quizás durmiendo peor por una digestión pesada, y levantarte el día de la carrera sin más energía extra, pero con una posible visita extra al baño en el kilómetro 3.


El verdadero motor: La consistencia es la reina

La energía para correr no se fabrica la noche antes. Se construye día a día.

El verdadero secreto no está en un plato de pasta. Está en tu nevera. En tu despensa. En las decisiones que tomas en cada comida, cada día de la semana.

¿Quieres tener energía para correr? ¿Quieres evitar la pájara en el kilómetro 8? ¿Quieres sentir que tus piernas responden cuando les pides más?

Mesa con comida sana

Entonces deja de buscar trucos de última hora y empieza a construir una base sólida.

Come comida real: Frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, carne magra, pescado, huevos… Lo que tu abuela reconocería como comida . Olvídate de los ultraprocesados, de las harinas refinadas, del azúcar escondido en todas partes.

Hidratos sí, pero de calidad: Arroz integral, avena, quinoa, patatas, boniatos… Son tu gasolina principal, pero elige la de 98 octanos, no la adulterada.

Proteínas para reparar: Pollo, pavo, pescado, huevos, legumbres, tofu… Son los ladrillos para reconstruir los músculos que rompes en cada entrenamiento.

Grasas buenas para el motor: Aguacate, aceite de oliva virgen extra, frutos secos, pescado azul… Son esenciales para tus hormonas y para que todo funcione como debe .

Hidratación constante: No esperes a tener sed. Bebe agua durante todo el día. Es el refrigerante de tu motor .


Si haces esto la mayor parte del tiempo, si tu alimentación habitual es decente, tus depósitos de glucógeno estarán razonablemente llenos siempre. No necesitarás ningún ritual mágico la noche antes.

Tu cuerpo estará preparado. Porque lo has estado cuidando día a día.

¿Y entonces, qué ceno la noche antes de la carrera?

Aquí viene la gran revelación. Prepárate.

La noche antes de una carrera, lo más importante no es lo que comes. Es lo que no comes.

Tu objetivo principal esa noche no es «cargar» nada. Tus depósitos ya deberían estar listos si has comido bien los días previos. Tu objetivo es:

No experimentar: Ni se te ocurra probar ese restaurante nuevo o esa receta exótica que viste en Instagram. Cena algo que sepas que te sienta bien. Simple. Conocido. Aburrido, si quieres.

Facilitar la digestión: Evita comidas pesadas, grasientas, picantes o con mucha fibra. Tu sistema digestivo necesita descansar, no pasarse la noche trabajando a destajo. Un poco de arroz blanco con pollo a la plancha. Una tortilla francesa con patata cocida. Pescado al horno. Cosas simples.

Hidratarte bien: Bebe agua. Quizás un poco de bebida isotónica si hace mucho calor o sudas mucho. Pero sin pasarte, que tampoco quieres levantarte tres veces a orinar.

No pasarte con los hidratos: Sí, come hidratos. Son importantes. Pero no necesitas una montaña. Una ración normal de pasta, arroz o patata es suficiente. Atiborrarte solo te hará sentir pesado.

La cena pre-carrera perfecta es aquella que te permite dormir bien, te sienta ligera y te asegura que al día siguiente no tendrás sorpresas intestinales. Nada más. Y nada menos.


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El Cuaderno: Tu laboratorio nutricional

«Vale, Beto, lo pillo. ¿Pero cómo sé qué comida ‘simple y conocida’ me sienta bien a MÍ antes de correr?»

Buena pregunta. Porque cada cuerpo es un mundo. Lo que a tu amigo le da alas, a ti te puede mandar directo al baño portátil.

Y aquí es donde volvemos a la inteligencia aplicada. A dejar de creer en dogmas y empezar a experimentar contigo mismo.

Y para experimentar con rigor, necesitas registrar.

En el Cuaderno de Entrenamiento, en cada ficha, tienes el espacio sagrado de las ‘Notas’. Ese es tu laboratorio.

Ahí no solo apuntas si te dolió la rodilla. Apuntas también qué cenaste la noche anterior. Qué desayunaste esa mañana. Cómo te sentiste durante la carrera a nivel digestivo.

«Cena: Lentejas. Carrera: Gases y pesadez. Descartado.»

«Cena: Arroz blanco con merluza. Carrera: Perfecto. Energía estable.»

«Desayuno: Café solo. Carrera: Pájara en el km 6. Necesito comer algo.»

Semana tras semana, vas acumulando información real. Tuya. No la de una revista o un influencer.

Y dejas de depender de rituales absurdos como el plato de pasta. Empiezas a construir TU PROPIA estrategia nutricional. La que te funciona a ti.

Eso es correr con cabeza. Eso es aplicar la inteligencia.

Conclusión: Deja el teatro y come bien cada día

Ese plato de pasta del sábado noche es, en el mejor de los casos, inofensivo. En el peor, un lastre para tu digestión y tu descanso.

La verdadera magia no ocurre en una cena. Ocurre en la compra semanal. En la planificación de tus comidas. En la elección consciente de lo que metes en tu cuerpo cada día.

Deja de buscar atajos de última hora. No existen.

Construye tu energía ladrillo a ladrillo, comida a comida. Sé consistente. Usa el sentido común. Y si quieres saber de verdad qué te funciona, apunta, analiza y aprende.

Tu rendimiento en la próxima carrera no depende de esa montaña de macarrones. Depende de lo que hagas desde hoy hasta entonces.

Come bien. Entrena con cabeza. Y deja el teatro para otros.


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