Dolor bueno y dolor malo (1)

Dolor bueno, dolor malo:

por qué no tienes ni puñetera idea de lo que siente tu cuerpo

(y por eso te lesionas)


El otro día estaba en el parque.

Veo a un tipo de unos 50 años. Equipación completa. Zapatillas de 200 euros. Reloj que parece un ordenador de la NASA.

El tío estaba estirando. O mejor dicho, haciendo una performance de contorsionismo que daba grima.

Cada movimiento era una mueca de dolor.

Termina, se levanta, y empieza a trotar.

Y cojea.

Una cojera leve, casi imperceptible, pero estaba ahí. El clásico trote de «algo me jode, pero voy a tirar para adelante».

Me lo crucé a los diez minutos. Le saludé con la cabeza. El tío iba sudando, con la cara desencajada. La cojera era ahora más evidente.

Le pregunté: «¿Todo bien?».

Me mira, sonríe con media boca y me suelta la frase más estúpida y peligrosa de la historia del deporte popular:

El Sufrimiento que te hace más fuerte

«Sí, sí. Aquí, aguantando la molestia. Ya sabes… no pain, no gain».

Casi me siento a llorar allí mismo.

La mentira del «No Pain, No Gain» te está reventando por dentro

Esa puta frase ha hecho más daño que todas las dietas milagro juntas.

Te la han metido en la cabeza con películas, con anuncios, con gurús de gimnasio. Y te la has creído. Crees que si no sufres, no mejoras. Que si no duele, el entrenamiento no ha servido para nada.

Y por eso te lesionas.

Por eso vives en un ciclo infinito de «ahora estoy bien», «uy, me duele algo», «mierda, me he roto».

Porque eres un analfabeto corporal. Un bruto que confunde el esfuerzo con el castigo.

No tienes ni idea de lo que te dice tu cuerpo. No sabes diferenciar dos señales que son tan distintas como el hambre y la sed.

La incomodidad y el dolor.

Y si no aprendes a distinguirlas, te pasarás la vida corriendo a medias. Con miedo. De lesión en lesión. Siendo siempre un corredor del montón.


¿Qué es la Incomodidad?

(El «dolor bueno» que tienes que aprender a amar)

La incomodidad es tu aliada. Es la voz de tu cuerpo diciéndote: «Eh, capullo, estamos trabajando. Estamos saliendo de la zona de confort».

Es el peaje del progreso.

La incomodidad es:

La quemazón en los cuádriceps en la última repetición de una serie en cuesta. Sientes que arden, que no puedes más… pero puedes. Y cuando acabas, el alivio es brutal.

La Alarma Roja

Los pulmones pidiendo clemencia cuando haces esos cambios de ritmo que te sacan de tu trote cochinero. Es la sensación de que te falta el aire, de que tu corazón va a mil.

La fatiga general al final de una tirada larga. Las piernas pesadas, la mente espesa. El cuerpo te pide parar, pero no hay un pinchazo, no hay una alarma. Solo cansancio.

El puto flato.

Es molesto, sí. Pero no es una lesión. Es una señal de que tu diafragma está protestando. Bajas el ritmo, respiras hondo y se pasa.

La incomodidad es el sonido de tus límites haciéndose añicos. Es el sufrimiento delicioso que precede a la mejora.

A esta sensación tienes que darle la bienvenida. Buscarla de vez en cuando. Jugar con ella. Es la señal de que estás vivo y te estás haciendo más fuerte.



¿Y qué coño es el Dolor?

(El «dolor malo» que tienes que respetar como a un sicario)

El dolor es otra historia.

El dolor no es tu amigo. No es una señal de progreso.

El dolor es la luz roja del motor de tu coche parpadeando. Es una notificación de despido. Es el susurro de tu futura lesión gritándote al oído.

El dolor es:

Un pinchazo agudo y localizado. Como si te clavaran una aguja en la rodilla, en el tendón de Aquiles, en la planta del pie. No es un quemazón general, es un punto exacto que grita «¡PARA!».

Una molestia sorda que no desaparece. Empiezas a correr y está ahí. A los 10 minutos sigue ahí. Y cuando acabas y te enfrías, sigue ahí, recordándote que algo va mal.

Un crujido o un bloqueo en una articulación. Si al mover la rodilla o el tobillo oyes un «clac» seguido de dolor, no te hagas el héroe.

Un dolor que empeora con el movimiento. La incomodidad a veces mejora al calentar. El dolor de una lesión, casi nunca. Si cada zancada duele más que la anterior, estás cavando tu propia tumba.

Un dolor que te hace cojear o cambiar la zancada. Como el tipo del parque. Si tu cuerpo tiene que hacer un movimiento antinatural para evitar el dolor, estás jodido. Estás sobrecargando otras zonas que acabarán reventando también.

Ante esta señal, se para. No se negocia. No se le echan cojones.

Anotación de lesión en el cuaderno

Parar a tiempo no es de cobardes. Es de inteligentes. Es la diferencia entre perderte un entrenamiento y perderte tres meses.

El superpoder se entrena: cómo aprender a escuchar

«Vale, Beto, lo pillo. Pero ¿cómo sé cuál es cuál cuando estoy en mitad de la batalla?»

No naces sabiendo. Se aprende.

Se aprende prestando atención. Se aprende siendo un puñetero científico de tu propio cuerpo.

Y para eso necesitas una herramienta. Necesitas un diario de guerra donde apuntar lo que sientes cada día.

El problema es que la mayoría confía en una app que solo mide kilómetros y ritmos. Basura. A tu app le importa una mierda si te duele la rodilla. Solo quiere números.

Por eso, en el Cuaderno de Entrenamiento, metí un apartado que la mayoría de novatos ignora, pero que los corredores listos saben que es oro puro: SENSACIONES.

Ese pequeño recuadro con las tres caritas es tu laboratorio (está dentro de cada ficha de entrenamiento del Cuaderno)

Ahí es donde, después de cada entrenamiento, te paras un minuto y escribes: «Hoy, quemazón en los cuádriceps en las cuestas. Bien». O «Hoy, pinchazo raro en la cadera derecha a partir del minuto 40. Ojo con esto».

Al apuntarlo, te obligas a ser consciente.

Y cuando revisas tus anotaciones de la semana, empiezas a ver patrones.

«Joder, cada vez que hago series en pista me duele el sóleo. Quizá las zapatillas no son las adecuadas para esto».
«Después de los rodajes largos y suaves, la molestia del piramidal desaparece. Interesante».

Eso, amigo mío, es entrenar con cabeza.

Es desarrollar el superpoder. Es convertirte en tu propio entrenador y fisioterapeuta.

Deja de ser un bruto. Empieza a ser un sabio.

Puedes seguir con el «No Pain, No Gain», haciéndote el Rambo de pacotilla hasta que tu tendón haga «crack» y te pases seis meses viendo Netflix.

O puedes empezar a tratar a tu cuerpo con el respeto que se merece.

Aprende a diferenciar la incomodidad del dolor.

Dolor bueno y dolor malo (1)

Dale la bienvenida a una y huye de la otra como de la peste.

Deja de ser un bruto que se rompe. Y conviértete en un corredor sabio que se hace irrompible.

La decisión, como siempre, es tuya.


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